Entrevista a Ubaldo Fernández autor del libro La mirada de la Lechuza. Filosofía para jóvenes despiertos. Un libro para iniciar a los jóvenes en el mundo del pensamiento filosófico y una herramienta para pensar por si mismos.
Ubaldo Fernández nació en Anchuras de los Montes, Ciudad Real, en los años cincuenta. Criado en un entorno rural, ingresó en el Seminario a los once años, dejando atrás su vida campestre para estudiar Humanidades y Filosofía. En 1972, se trasladó a Madrid para estudiar en la recién fundada Universidad Autónoma. Después de graduarse, comenzó su carrera como profesor de Filosofía, pasando de la enseñanza privada a la pública. A finales de los años noventa, se interesó por la obra de José Saramago y comenzó a escribir, tanto sobre el autor como sobre filosofía. Su pasión por la escritura y la enseñanza perdura hasta el día de hoy. Es autor de los libros Fragmentos en torno a Saramago, Cuentos sin moraleja, Filosofía para decir y dar que decir y La lectora de Saramago.
¿Qué te inspiró a escribir. La mirada de la Lechuza. Filosofía para jóvenes despiertos? y ¿Qué esperas transmitir con este libro?
Me inspiró la falta de interés por la lectura de nuestros jóvenes. Están enredados en las redes sociales, aceptan, sin filtro de ningún tipo, todo el bombardeo digital. Es deprimente ver grupos de amigas y amigos incapaces de hablar entre ellos, porque su auténtico interés es ese móvil que, como compañero fiel, acompaña en todo momento. Si soy capaz de transmitir en este libro un mínimo de reflexión y un comienzo de actitud crítica ante lo que les rodea, entonces lo que he escrito tendrá un sentido. De lo contrario, habré perdido el tiempo.
¿Podrías hablarnos sobre los temas principales que abordas en el texto? ¿Por qué es tan importante la filosofía en todas las edades?
Al comentar a las filósofas y filósofos que vienen a nuestro encuentro los grandes temas que siempre han estado dentro del pensamiento filosófico. Así podemos leer en estas páginas sobre el tema ético, sentido de la vida, el temor a la muerte, la política y su actuación, tema de Dios, feminismo… Todo esto es filosofía y ciertamente es algo inevitable para la vida en cualquier edad. Esos temas que te he mencionado están dentro de nosotros y nos piden una reflexión, nos invitan a pensar la vida para que salgamos de nuestras confusiones y, sobre todo, de las confusiones que los poderes quieren imponer. Para todo ello está la filosofía, también para protegernos.
¿Cuál fue la parte más complicada de afrontar a la hora de escribir un libro que intenta despertar a los jóvenes?
He pasado toda la vida de aula en aula entre los jóvenes. Una cosa es explicar un tema con ellos delante y otra muy distinta es hablar de un tema por medio de la escritura. Es más difícil esto último, porque no ves su mirada, no sabes si lo estás explicando bien, no conoces si al final se han enterado o no, no puedes comprobar si les has “despertado” o siguen igual de dormidos. Para mí es difícil enseñar a través de un escrito, pero había que intentarlo, ¿no? Ya veremos el resultado.
El texto refleja pequeñas narraciones donde emparejas a un filósofo y un animal, de esta forma pretendes que los más jóvenes se interesen por la filosofía y empiecen a formularse preguntas. ¿Qué aporta esta disciplina al día a día?, ¿Cómo nos ayuda para vivir mejor la filosofía?
Ciertamente. Partiendo de un animal que habita en alguna página del escrito de un filósofo, llegamos, después de unas pinceladas sobre ese animal, a algún punto esencial de ese pensamiento filosófico. Es una forma, un método, para hacer que el posible lector se acerque de una forma curiosa a lo que escribió alguien del pasado o del presente más inmediato. Opté por este método, porque escribir una historia de la filosofía es más pesado, es una lectura árida para estos jóvenes. Me he inclinado por lo simple, por lo sencillo, sin dejar atrás los grandes temas. Y serán estos temas los que el lector encontrará en su propia vida, en el día a día. Si los medita va a vivir mejor o, al menos, se va a dar cuenta de lo que tiene a su alrededor. Luego, para bien o para mal, llegará el momento de ponerlo en práctica en su vivir. En el fondo es simplemente esto: pensar para no entrar en un mundo de tinieblas, en una caverna, en la que todo te lo sirven ya cocinado y tú desconoces los ingredientes y el sentido de lo que te están ofreciendo.
¿Recomendarías este libro como una herramienta para que los jóvenes despierten y descubran el mundo de la filosofía?
Claro que lo recomiendo, de lo contrario no lo hubiese escrito. Que esta herramienta llegue a los departamentos de filosofía de los institutos o que los padres se lo regalen a sus hijos para iniciarles en el pensamiento, eso ya es otro cantar. Lo mismo se queda todo en un intento ambicioso.
¿Para qué perfil de público es indicado el libro? ¿Todo el mundo puede aprender filosofía?
Todo el mundo puede aprender filosofía, puede informarse de lo que nos han dejado los grandes del pensamiento. Pero más que aprender o memorizar es aprender a reflexionar y esto todos nosotros a partir de una edad, cuando comienza la adolescencia, estamos preparados para ello. Ya nos dijo Kant que más que aprender filosofía es necesario aprender a filosofar.
¿Tienes anécdotas sobre su creación?
¿Anécdotas? Ninguna especial. Comentaba el proyecto con algunas personas y les parecía original y divertido, pero luego observaba atentamente y parecía que te estaban diciendo: “Estos de filosofía tan locos como siempre, no tienen arreglo”. Lo mismo es así, no lo sé.
¿Qué les dirías a los lectores para que se llevaran este libro a casa?
Les diría que no pasen de un animal a otro sin haber entendido las dos o tres páginas de cada capítulo y, si es posible, que tengan a mano cualquier historia de la filosofía de bachiller para completar lo que se me ha quedado en el tintero o no he sabido explicar. Se lee casi de un tirón, pero las ideas de esos importantes filósofos no se asimilan de un tirón. Hay que criticar todo lo que lees, lo diga quien lo diga. Criticar es juzgar.
¿Cuál es tu próximo escrito?
¿Lo próximo? No tengo ni idea. Ahora descanso una temporada. Después, si llega algo que merezca la pena a la cabeza, nos ponemos a ello. Si no es así, tampoco pasa nada, no se acaba el mundo porque no publique más. Los sabios, esos sí, tiene la obligación de no irse a la tumba con ideas que tenían que haber hecho públicas. Los sabios sí, pero yo estoy liberado de esa obligación.
En fin, gracias por haber aguantado estas respuestas.